miércoles, 21 de septiembre de 2011

Corría contenta la niña por la verde pradera, entre amapolas y azucenas, de pronto se frena, corta una flor de entre tantas y se dirige junto a una piedra; derrama unas lágrimas, deposita la flor junto a la roca y se arrodilla en posición de rezo. Así se queda unos minutos; pasado un tiempo se levanta y sigue su camino aunque ya no hay alegría en su andar. Entonces salí de mi escondite y me acerqué a la piedraque hizo cambiar de ánimo a la niña. No era una piedra común, tenía una inscripción que decía: "Pupy nunca te voy a olvidar", y una fecha. debajo, pegada, la foto de un caniche. En el piso, un frasco de mayonesa cumplía la función de florero. Después de observar la escena me alejé en la misma dirección que la pequeña.

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